Había una historia que hablaba de bibliotecas perdidas en pueblos perdidos de casas bajas como por ejemplo El tropezón y allí Kutruly o Cuatruli con una destreza técnica muy pobre contaba la historia su historia y lo que recordaba de ella desde la perspectiva de un joven estudiante llamado X cada vez que iba los 25 de cada mes a pagar la cuota a una biblioteca pequeña agradable que tenía los libros que debía tener y a veces el joven estudiante era el único en días invernales o de verano en ir y muchas veces parecía que era el único en la ciudad porque El tropezón no era o no parecía ser un pueblo que leía.
Había otra historia de una libreria llamada viceversa. Allí en la librería, ese mismo día 25, caía una jovencita llamada X a buscar un libro para autoregalarse. Y cada vez que llegaba el mismo dia 25 de cada mes, la jovencita X volvia a ir, y aquí la historia se ponía realmente pesada.
En realidad, ambientando un poco las cosas, lo único que escribía Kutruly o Cuatruli era la repetición de este dialogo. Muchas veces con distintas palabras.
El joven o la jovencita X entraba y esto era lo que escuchaba ni bien traspasaba el chirrido de la puerta.
-Pero Ana, no te enojes, que no pasa…no seamos dos personas que se rechazan y nada más.
-Ahora me salís con esto... No te entiendo... No pasa nada... No pasa nada… Como qué no pasa nada... Pasa que no quiero que te me acerques nunca mas en la vida… No entiendo como te da la cara para hacerlo... Sabes que no me gustan las flores, ni las latas de aceitunas, ni esos poemas que escribís, Ricardo... Y seguís insistiendo... Por qué no me dejás en paz, por favor. Y te vas que tengo gente. ¿Cómo estás “X”? ¿Venís a pagar la cuota por adelantado ya o a comprar algún librito?
Y esto es lo único que queda del único cuento que fue encontrado y mostrado, sino, tal vez, de los cuentos de Kutruly o cuatruli.